COMUNICACIÓN E INFORMACIÓN
¿Cómo especificar estos dos términos tantas veces intercalados en escritos
periodísticos casi como sinónimos? La “comunicación” es la capacidad que poseen los seres vivos de intercambiar “información” entre sí. Es una necesidad personal y social en los llamados “actores humanos”, mucho mejor dotados que los demás actores para esta actividad. “Nuestra especie ha capitalizado las conquistas comunicativas de las especies que nos antecedieron”, señala el Prof. Manuel Martín Serrano. “La comunicación humana -explica- se refiere, como la animal, a los estados del propio actor y de su ecosistema natural, pero además hace referencia al ecosistema artificial que el propio hombre ha producido, y al universo gnoseológico de la cultura, las ideas y los valores”.
La “información” es, en un sentido amplio, “el conjunto de datos o de ideas que en forma de mensaje sirve para comunicar”, lo que constituye su fin último, según Javier Fernández del Moral. Una definición más encuadrada en la teoría matemática la proporciona Ralph W.L. Hartley, para quien la información es más una “medida de la comunicación”.
No estoy muy de acuerdo en definir las cosas por su antinomia, de hecho, condeno a aquellos que en vez de “ciego” dicen “no vidente” pero debo reconocer que a veces puede calificar, sobre todo en los casos que las palabras que definen los contrarios son más fáciles de distinguir que las primeras. Lo contrario de la información sería la “ignorancia” (esto es tan solo una aproximación podría decirse que la ignorancia es el contrario real del conocimiento y estar informado no siempre significa saber), mientras que lo contrario de la comunicación es la “soledad”.
Nuria Amat concluye que información, conocimiento y saber son tres aspectos de la comunicación científica que pueden darse por separado o bien conjuntamente siguiendo la dependencia o relación siguiente:
información conocimiento saber
COMUNICACIÓN CIENTÍFICA
La comunicación científica es un fenómeno social, una necesidad humana y un servicio público. Los atributos sociales que algunos autores confieren a la comunicación, como vigilancia del entorno, actitud favorable al cambio, enseñanzas para la adaptación del individuo, creación de un clima propicio para el desarrollo, son perfectamente asumibles en el caso de la comunicación científica.
MODELO DE COMUNICACIÓN CIENTÍFICA
En su libro “Modelos de comunicación científica para una información periodística especializada”, Javier Fernández del Moral planteaba la necesidad de un modelo de comunicación dentro de la ciencia con el fin de “superar el actual aislamiento de los diferentes especialistas y el restablecimiento, a través de la labor sintetizadora, del avance de la ciencia dentro del contexto de la segunda revolución científica”.
De todas las teorías y modelos que pueden aportar fundamentos para una comunicación científica es la Teoría General de Sistemas “la primera respuesta sistemática y científica a la creciente especialización y a su consiguiente pérdida de contacto interdisciplinario”, apunta Fernández del Moral.
Esta teoría fue formulada por un biólogo, Ludwig von Bertalanffy, en los años sesenta. Parte del hecho de que, a pesar de la creciente especialización fruto del desarrollo científico, distintas ciencias con distintos contenidos e independientes parten de los mismos principios, trabajan con conceptos similares y emplean métodos y modelos análogos. Bajo estos supuestos, Fernández del Moral ve posible la formación de una teoría o modelo multidisciplinario.
ESPECIALIZADOS PERO ¿ENTENDIBLES?
En este modelo, Fernández del Moral distingue tres niveles de comunicación científica. En el primero encontramos a los especialistas en aquellas materias que han conseguido el rango de especialidad, separándose incluso de la rama común de la que partieron. A esta categoría pertenecen, por ejemplo, las especialidades de la física, y entre ellas la astrofísica. Dentro de este nivel, los científicos aún se comprenden entre sí. Teóricamente, la comunicación es aún posible.
En el segundo nivel se encuentran los científicos de un área de conocimiento a la que se le haya concedido la categoría de ciencia. A este nivel pertenecen las distintas ciencias experimentales: Química, Física, Biología, Matemáticas, Astronomía, etc. Los científicos de una de estas ciencias no pueden aspirar a estar al día de todos los avances en las otras.
En el tercer nivel se encuentran todas las ciencias divididas en humanísticas y experimentales. Aquí, como hemos visto, la comunicación prácticamente no existe.
INFORMADOS SÍ PERO ¿ENTENDIDOS?
Para poder abordar la comunicación entre la ciencia y la sociedad, Fernández del Moral también distingue tres niveles de comunicación en la sociedad, correspondientes a tres niveles de cultura: cultura de élite, en el que se integran los científicos, cultura media y cultura de masas.
La ciencia puede entrar a formar parte de la cultura de masas por dos caminos. Uno es a través de la propia élite cultural a la que pertenecen los científicos, la comunicación se produce entonces dentro de la sociedad, del estrato de mayor nivel cultural a los de niveles inferiores. El otro camino es la comunicación directa del tercer nivel científico con cada uno de los niveles de la sociedad.
COMUNICACIÓN CIENTÍFICA PÚBLICA
La comunicación científica pública es una expresión relativamente reciente que abarca el conjunto de actividades de comunicación relacionadas con la divulgación de la cultura científica.
El Prof. Pierre Fayard considera que la información científica para el público se ha convertido en una apuesta crucial para las sociedades contemporáneas, en las que verdaderas empresas mediáticas suceden a las esporádicas manifestaciones de la divulgación espontánea. Según este investigador, la comunicación científica pública se inserta en el conjunto de las industrias culturales, dentro del movimiento generalizado de profesionalización y rentabilización de las actividades de comunicación.
La democracia tecnológica, la necesidad de comunicar para existir, la innovación social para adaptarse a los cambios científicos y técnicos así como el problema de las relaciones entre la ciencia y la sociedad constituyen los motores de esta industria. Entre los actores que intervienen se encuentran, según Fayard, los poderes públicos, los centros de investigación, los poderes económicos, los medios de comunicación y la opinión pública.
INFORMACIÓN CIENTÍFICA
Por último, se utiliza la expresión información científica “para denominar sistemas de información de la propia ciencia, o que la ciencia proporciona a los demás, en ese caso, el proceso informativo también se modificaría notablemente aún dentro de un mismo apartado informativo”.
INFORMACIÓN PERIODÍSTICA
La información periodística viene determinada por cuatro características que la definen y condicionan: actualidad, universalidad, periodicidad y difusión.
Las tres primeras constituyen una de las bases del periodismo y su profundización en este tema no será diferente de lo que puede decirse de ellas sobre cualquier otra especialidad. Sobre la difusión la resaltaremos como la accesibilidad o la facilidad con que el público puede acercarse a los contenidos periodísticos. Puede referirse tanto a la mayor circulación o eficacia en la cadena de distribución como a la probabilidad de que los contenidos interesen o sean comprendidos por los lectores.
Para que esto sea así (para que llegue no solo materialmente sino en forma correcta al público) la información periodística tendrá que ser especializada. Aquí entramos en uno de los mayores debates que puede plantear esta temática. No solo en libros, congresos y aulas de universidades, también en las discusiones que personalmente tengo con amigos científicos e investigadores y con otros profesionales de la comunicación y la divulgación no logramos ponernos de acuerdo sobre qué es lo más conveniente, aconsejable o deseable. Por lo largo del tema le dedicaré un título aparte.
LA AGENDA-SETTING Y EL GATE-KEEPER
La especialización periodística también condiciona la elección de contenidos informativos, de modo que está relacionada con la agenda setting y la función de gate-keeper que estudiamos a continuación.
El establecimiento de la agenda o agenda setting, en inglés, es un neologismo que forma parte de las últimas teorías sobre los efectos sociales de los medios de comunicación. Fue introducido por los estadounidenses Maxwell E. McCombs y Donald L. Shaw, quienes en 1972 publicaron en Public Opinion Quarterly un trabajo titulado “The Agenda-Setting Function of Mass-Media”.
“Brevemente -explica José Luis Martínez Albertos-, esta función o efecto atribuible a los medios puede formularse de la siguiente manera: los ciudadanos llegan a formarse un juicio personal acerca de lo que es importante en la vida pública de su país como resultado de la mayor o menor presencia que determinados asuntos y personas tengan en los espacios informativos. A mayor presencia en los medios, tanta mayor importancia colectiva merecerá este asunto o persona para el hombre de la calle”. Y la actualidad nos proporciona sobrados ejemplos de que esto es así.
De este modo, los periodistas, por el simple hecho de prestar atención a algunos temas y silenciar otros (según varios autores el 80% de las noticias que llegan a los periódicos no se publican), tienen un claro efecto sobre las manifestaciones concretas de la opinión pública.
En 1947, el sociólogo Kurt Lewin, utilizó el término inglés gate-keeper (portero) para referirse al periodista dedicado a la labor de selección de las noticias en los diferentes medios. El periodista especializado puede desarrollar esta tarea con mejor criterio que el comunicador general al que se le asigna esta difícil tarea sin una capacitación previa. Normalmente vemos publicadas noticias que hubieran sido “paradas en la puerta” por su falta de rigurosidad o sus múltiples errores. También escucho frecuentemente el reproche de varios excelentes investigadores de mi ciudad que envían periódicamente los resultados de sus estudios a los medios de comunicación sin ser atendidos en un porcentaje alarmantemente alto.
(*)Sebastián Musso Divulgador Científico, Presidente Centro Estudios Astronómicos Mar del Plata.
Co-editor Cielo Sur.
¿Cómo especificar estos dos términos tantas veces intercalados en escritos

La “información” es, en un sentido amplio, “el conjunto de datos o de ideas que en forma de mensaje sirve para comunicar”, lo que constituye su fin último, según Javier Fernández del Moral. Una definición más encuadrada en la teoría matemática la proporciona Ralph W.L. Hartley, para quien la información es más una “medida de la comunicación”.
No estoy muy de acuerdo en definir las cosas por su antinomia, de hecho, condeno a aquellos que en vez de “ciego” dicen “no vidente” pero debo reconocer que a veces puede calificar, sobre todo en los casos que las palabras que definen los contrarios son más fáciles de distinguir que las primeras. Lo contrario de la información sería la “ignorancia” (esto es tan solo una aproximación podría decirse que la ignorancia es el contrario real del conocimiento y estar informado no siempre significa saber), mientras que lo contrario de la comunicación es la “soledad”.
Nuria Amat concluye que información, conocimiento y saber son tres aspectos de la comunicación científica que pueden darse por separado o bien conjuntamente siguiendo la dependencia o relación siguiente:
información conocimiento saber
COMUNICACIÓN CIENTÍFICA
La comunicación científica es un fenómeno social, una necesidad humana y un servicio público. Los atributos sociales que algunos autores confieren a la comunicación, como vigilancia del entorno, actitud favorable al cambio, enseñanzas para la adaptación del individuo, creación de un clima propicio para el desarrollo, son perfectamente asumibles en el caso de la comunicación científica.
MODELO DE COMUNICACIÓN CIENTÍFICA
En su libro “Modelos de comunicación científica para una información periodística especializada”, Javier Fernández del Moral planteaba la necesidad de un modelo de comunicación dentro de la ciencia con el fin de “superar el actual aislamiento de los diferentes especialistas y el restablecimiento, a través de la labor sintetizadora, del avance de la ciencia dentro del contexto de la segunda revolución científica”.
De todas las teorías y modelos que pueden aportar fundamentos para una comunicación científica es la Teoría General de Sistemas “la primera respuesta sistemática y científica a la creciente especialización y a su consiguiente pérdida de contacto interdisciplinario”, apunta Fernández del Moral.
Esta teoría fue formulada por un biólogo, Ludwig von Bertalanffy, en los años sesenta. Parte del hecho de que, a pesar de la creciente especialización fruto del desarrollo científico, distintas ciencias con distintos contenidos e independientes parten de los mismos principios, trabajan con conceptos similares y emplean métodos y modelos análogos. Bajo estos supuestos, Fernández del Moral ve posible la formación de una teoría o modelo multidisciplinario.
ESPECIALIZADOS PERO ¿ENTENDIBLES?
En este modelo, Fernández del Moral distingue tres niveles de comunicación científica. En el primero encontramos a los especialistas en aquellas materias que han conseguido el rango de especialidad, separándose incluso de la rama común de la que partieron. A esta categoría pertenecen, por ejemplo, las especialidades de la física, y entre ellas la astrofísica. Dentro de este nivel, los científicos aún se comprenden entre sí. Teóricamente, la comunicación es aún posible.
En el segundo nivel se encuentran los científicos de un área de conocimiento a la que se le haya concedido la categoría de ciencia. A este nivel pertenecen las distintas ciencias experimentales: Química, Física, Biología, Matemáticas, Astronomía, etc. Los científicos de una de estas ciencias no pueden aspirar a estar al día de todos los avances en las otras.
En el tercer nivel se encuentran todas las ciencias divididas en humanísticas y experimentales. Aquí, como hemos visto, la comunicación prácticamente no existe.
INFORMADOS SÍ PERO ¿ENTENDIDOS?
Para poder abordar la comunicación entre la ciencia y la sociedad, Fernández del Moral también distingue tres niveles de comunicación en la sociedad, correspondientes a tres niveles de cultura: cultura de élite, en el que se integran los científicos, cultura media y cultura de masas.
La ciencia puede entrar a formar parte de la cultura de masas por dos caminos. Uno es a través de la propia élite cultural a la que pertenecen los científicos, la comunicación se produce entonces dentro de la sociedad, del estrato de mayor nivel cultural a los de niveles inferiores. El otro camino es la comunicación directa del tercer nivel científico con cada uno de los niveles de la sociedad.
COMUNICACIÓN CIENTÍFICA PÚBLICA
La comunicación científica pública es una expresión relativamente reciente que abarca el conjunto de actividades de comunicación relacionadas con la divulgación de la cultura científica.
El Prof. Pierre Fayard considera que la información científica para el público se ha convertido en una apuesta crucial para las sociedades contemporáneas, en las que verdaderas empresas mediáticas suceden a las esporádicas manifestaciones de la divulgación espontánea. Según este investigador, la comunicación científica pública se inserta en el conjunto de las industrias culturales, dentro del movimiento generalizado de profesionalización y rentabilización de las actividades de comunicación.
La democracia tecnológica, la necesidad de comunicar para existir, la innovación social para adaptarse a los cambios científicos y técnicos así como el problema de las relaciones entre la ciencia y la sociedad constituyen los motores de esta industria. Entre los actores que intervienen se encuentran, según Fayard, los poderes públicos, los centros de investigación, los poderes económicos, los medios de comunicación y la opinión pública.
INFORMACIÓN CIENTÍFICA
Por último, se utiliza la expresión información científica “para denominar sistemas de información de la propia ciencia, o que la ciencia proporciona a los demás, en ese caso, el proceso informativo también se modificaría notablemente aún dentro de un mismo apartado informativo”.
INFORMACIÓN PERIODÍSTICA
La información periodística viene determinada por cuatro características que la definen y condicionan: actualidad, universalidad, periodicidad y difusión.
Las tres primeras constituyen una de las bases del periodismo y su profundización en este tema no será diferente de lo que puede decirse de ellas sobre cualquier otra especialidad. Sobre la difusión la resaltaremos como la accesibilidad o la facilidad con que el público puede acercarse a los contenidos periodísticos. Puede referirse tanto a la mayor circulación o eficacia en la cadena de distribución como a la probabilidad de que los contenidos interesen o sean comprendidos por los lectores.
Para que esto sea así (para que llegue no solo materialmente sino en forma correcta al público) la información periodística tendrá que ser especializada. Aquí entramos en uno de los mayores debates que puede plantear esta temática. No solo en libros, congresos y aulas de universidades, también en las discusiones que personalmente tengo con amigos científicos e investigadores y con otros profesionales de la comunicación y la divulgación no logramos ponernos de acuerdo sobre qué es lo más conveniente, aconsejable o deseable. Por lo largo del tema le dedicaré un título aparte.
LA AGENDA-SETTING Y EL GATE-KEEPER
La especialización periodística también condiciona la elección de contenidos informativos, de modo que está relacionada con la agenda setting y la función de gate-keeper que estudiamos a continuación.
El establecimiento de la agenda o agenda setting, en inglés, es un neologismo que forma parte de las últimas teorías sobre los efectos sociales de los medios de comunicación. Fue introducido por los estadounidenses Maxwell E. McCombs y Donald L. Shaw, quienes en 1972 publicaron en Public Opinion Quarterly un trabajo titulado “The Agenda-Setting Function of Mass-Media”.
“Brevemente -explica José Luis Martínez Albertos-, esta función o efecto atribuible a los medios puede formularse de la siguiente manera: los ciudadanos llegan a formarse un juicio personal acerca de lo que es importante en la vida pública de su país como resultado de la mayor o menor presencia que determinados asuntos y personas tengan en los espacios informativos. A mayor presencia en los medios, tanta mayor importancia colectiva merecerá este asunto o persona para el hombre de la calle”. Y la actualidad nos proporciona sobrados ejemplos de que esto es así.
De este modo, los periodistas, por el simple hecho de prestar atención a algunos temas y silenciar otros (según varios autores el 80% de las noticias que llegan a los periódicos no se publican), tienen un claro efecto sobre las manifestaciones concretas de la opinión pública.
En 1947, el sociólogo Kurt Lewin, utilizó el término inglés gate-keeper (portero) para referirse al periodista dedicado a la labor de selección de las noticias en los diferentes medios. El periodista especializado puede desarrollar esta tarea con mejor criterio que el comunicador general al que se le asigna esta difícil tarea sin una capacitación previa. Normalmente vemos publicadas noticias que hubieran sido “paradas en la puerta” por su falta de rigurosidad o sus múltiples errores. También escucho frecuentemente el reproche de varios excelentes investigadores de mi ciudad que envían periódicamente los resultados de sus estudios a los medios de comunicación sin ser atendidos en un porcentaje alarmantemente alto.
(*)Sebastián Musso Divulgador Científico, Presidente Centro Estudios Astronómicos Mar del Plata.
Co-editor Cielo Sur.
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