Radio Nacional de España




sábado, 24 de marzo de 2007

Periodismo y política

Tal vez la historia no sea cierta, pero eso es lo de menos.


Miguel Molina
Columnista, BBC Mundo
Dicen que un día antes de unas elecciones presidenciales en México, el director de un prestigiado periódico reunió a sus reporteros en la sala de redacción y les preguntó quién estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para garantizar que no se cometieran fraudes y que ganara la democracia.

La historia no dice si todos levantaron la mano, pero sí cuenta que varios lo hicieron. El director los miró en silencio durante un rato antes de explicarles que la cosa no era así.

El único deber que tiene un periodista -les dijo- es contar lo que pasa, registrar los hechos, dudar, preguntar, volverse cínico.


Me acordé de la historia cuando recibí la carta de un lector que me exige que diga la verdad, en este caso la verdad sobre lo que pasa en Venezuela, pero pronto la olvidé porque todos saben qué pasa en Venezuela: parte de los venezolanos quieren echar al presidente y parte de los venezolanos quieren que el presidente siga en el poder, y al final todo se va a reducir a ver quiénes son más y quién tiene más votos.

Pero volví a recordar lo que decía el profesor que me escribió porque leí otra carta en la sección de correspondencia del diario británico The Guardian con la firma de Geoffrey Goodman, editor fundador de la Revista Británica de Periodismo, y reproduzco aquí gran parte de ella porque sirve para ilustrar lo que pasa en muchas partes del mundo, tal vez hasta en América Latina.

"Hubo un tiempo en que la cultura del prejuicio se concentró sobre todo contra las ideas políticas radicales y de izquierda", explica Goodman, "y ahora parece estar contra todo tipo de ideas políticas excepto las que convienen a la jerarquía de los propietarios de los medios".

La lucha más intensa se produce ahora entre los políticos en el poder o los influyentes y los medios, y la víctima de esa pugna es la cultura democrática, dice Goodman, quien fue periodista político durante cuatro décadas y asesor de Harold Wilson en los años setenta.

"Los políticos desprecian cada vez más a los periodistas y al periodismo contemporáneo, y los periodistas ven con creciente ironía a los políticos y al papel que éstos tienen en la sociedad", advierte el periodista, de quien llegó a decirse que lo que él no sabe de política es porque no existe.

El peligro, señala Goodman, es que los periodistas se sientan con derecho a convertirse en una élite gobernante. Su ejemplo es que en Gran Bretaña hay ya dos centros de democracia, el de la Cámara de los Comunes y el de la Cámara de las Columnas.

Todavía más. "La corrosión mutua que hay en la relación entre la vida política y los medios es causa importante de la extendida desilusión pública con la política y quizá con la democracia misma", apunta el periodista. "Eso se nota en el nivel de abstención que hay en las elecciones".

La carta, que se dirige a todos aunque más a los periodistas, no podía expresar más claramente las consecuencias de nuestro oficio ni los riesgos que implica su ejercicio, ni podía explicar más puntualmente que lo único que uno puede hacer desde aquí, como desde cualquier parte, es decir lo que pasa sin renunciar a la duda pero sin ponerle adjetivos a los hechos y dejar que otros los pongan y saquen sus propias conclusiones, en Venezuela como en México como en Washington como en el mismísimo Reino Unido.


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